“¡El que no salta es momio!”: Desigualdad social, autoritarismo y defensa de los Derechos Humanos desde una mirada inocente y una reflexión por el 11S a la luz de la película chilena “Machuca”
Sergio Cruzalegui - - 0 587 ViewsEscrito por Sergio Cruzalegui Verde, miembro de la comisión de Diálogos Humanos del Equipo de Derechos Humanos (EDDHH) de la PUCP.
“Este ya no es más un lugar sagrado, el Señor ya no está acá…Goodbye boys”.- Padre Mcenroe
Chile, 1973
Año 1973, eran ya casi tres años del primer gobierno marxista elegido democráticamente en Chile y, en general, de la historia del mundo occidental. Salvador Allende, el por aquel entonces Presidente de la República, en 1970 se había hecho con el voto de la mayoría los/as chilenos/as al prometer hacer reformas con cambios profundos nunca antes experimentados por la sociedad chilena. Sin embargo, el presidente Allende se encontraba acorralado por las fuerzas de oposición y un sector independiente importante de la ciudadanía chilena; debido a la atenuada crisis económica, política y social que atravesaba el país y del cual, según importantes sectores de la sociedad, su gobierno tenía toda la responsabilidad, debido a la implementación de sus políticas de transformación profunda.
Es por ello que, a comienzos del año 1973, ya se habían vuelto muy fuertes los rumores acerca de un posible golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas de Chile para derrocar al gobierno democráticamente electo del presidente Allende; una situación que se consideraba inédita en un país como Chile, al tener una de las tradiciones democráticas más longevas de toda la región latinoamericana y el país que algunos llamaban “la Suiza de América”.
Es en ese contexto que nos sitúa la película “Machuca” (2004) del director chileno Andrés Wood. El filme se encuentra ambientado durante las vísperas del golpe militar en el año 1973, sin embargo, los hechos son narrados desde la perspectiva de un niño puberto de apenas unos doce años de edad de clase media-alta, quien conocerá a nuevos nuevos amigos, los cuales le abrirán los ojos ante una realidad social que para aquel entonces podría haberle parecido indiferente y/o distante.
No obstante, durante estos vaivenes de chicxs prepubertos, se nos hará imposible obviar el contexto en el cual se desarrollan: con un sector importante de la sociedad chilena que se rehúsa al cambio y cómo ello termina desembocando en los trágicos hechos del 11 de Septiembre en adelante. Lo que inevitablemente nos lleva a pensar en realidad cuánto afecta la indiferencia de una sociedad para el buen mantenimiento de la democracia y, con ello, los derechos humanos. Abordaremos cada uno de estos puntos en el presente artículo y, finalmente, daremos unas reflexiones personales sobre todo lo tocado.
Las elites chilenas y su reaccionarismo ante los cambios profundos vs la perspectiva de lxs chicxs
Primero cabe recordar un poco de la sociedad chilena. Chile siempre se ha diferenciado del resto de países latinoamericanos por vivir la mayor parte de su historia bajo una relativa democracia. Como afirma el portal educativo gubernamental “Chile para Niños”, Chile ha estado dos veces bajo dictadura. Con Carlos Ibáñez del Campo, entre 1927 y 1931, y con Augusto Pinochet Ugarte, entre 1973 y 1990 (s.f.). Como se aprecia, los períodos democráticos en la historia de Chile han sido longevos, sumando entre ellos, hasta 1973, exactamente 151 años de democracia.
Sin embargo, a pesar de que la mayoría de gobiernos eran elegidos democráticamente, ello no se tradujo en un beneficio hacia las clases populares y menos favorecidas de la sociedad chilena, en gran parte debido a que, “la oligarquía, que tuvo en sus manos, tanto el poder político como económico del país durante la primeros años de existencia del país, permitió el surgimiento de una “clase política”, siempre que ésta le fuera afín en sus políticas económicas o al menos que no altera de manera importante el modelo acumulador existente” (Ibañez, 2016).
Es así que, en los primeros años del siglo XX, los gobiernos chilenos electos democráticamente tenían una gran afinidad a los intereses económicos y políticos de las élites, dejando de lado, durante mucho tiempo, los intereses de las grandes mayorías, acentuando las brechas económicas en la sociedad y, con ello, la desigualdad en Chile. Empero, ello cambia un poco durante el periodo de 1930-1973 pues, “las clases populares comienzan a ganar poder en detrimento de las élites económicas, el Estado proveyó transferencias de ingresos y servicios de salud y educación a segmentos mayoritarios de la población. Ello contribuyó a moderar la desigualdad, aun cuando el modelo chileno estuvo lejos del modelo de estado bienestar pleno por la profundidad de sus resultados distributivos” (Larrañaga, 2016). Por dicho motivo, la desigualdad social y las consecuencias de esta – como la discriminación, la segregación sistemática y, con ello, el olvido de las mayorías –, todavía era un mal apabullante que dividia a la sociedad, por lo cual ameritaba hacer cambios sustanciales.
Es ese el contexto que abarca en gran medida Andrés Wood en su película “Machuca”, solo que nos sitúa casi al final de una etapa democrática longeva y la apertura del periodo más sangriento en la historia moderna de Chile; desde la perspectiva de un preadolescente. Así, la desigualdad social y la resiliencia de las élites a los cambios profundos queda a la vista en toda su expresión, pintando de cuerpo entero en el filme chileno.
Desde el inicio de “Machuca” podemos observar la marcada desigualdad que sigue habiendo en la sociedad chilena. Así, vemos cómo a pesar de la agenda de cambios que el gobierno de Salvador Allende estaba impulsando, la crisis económica, política y social provocó que la desigualdad social siguiera presente. En este sentido, en la película vemos cómo la buena educación de los colegios aún seguía reservada para los/as niños/as del reducido grupo de las clases acomodadas de la sociedad chilena – en su mayoría de raza blanca –; mientras que las clases menos favorecidas todavía enfrentaban la gran falta de educación de buena calidad, ante lo que tan solo esperaban que por un golpe de suerte alguno de los colegios privados aceptara alumnos que no puedan pagar su matrícula.
Y ello es lo que precisamente pasa con la llegada de cuatro chicos nuevos a la escuela de uno de nuestros protagonistas, Gonzalo Infante; entre los cuales se encontraba Pedro Machuca, nuestro segundo protagonista, quien próximamente se convertiría en su inseparable amigo, todo ello impulsado gracias a la política de inclusión de estudiantes menos favorecidos del todavía presidente Allende. Es así que se produce una especie de choque entre dos realidades muy distintas, porque vemos cómo los cuatro chicos nuevos sufren de bullying por parte de sus compañeros, dando a entender la molestia que les causa compartir espacio con ellos, es decir, compartir espacio con lo diferente, les molesta.
Por otra parte, es claro que no solo a gran parte de los niños del colegio de varones “Saint Patrick”, les molestó la inclusión de niños de bajos recursos, sino que quienes expresaron las mayores quejas fueron los padres y madres de los mencionados. Así, debemos de detenernos en una escena que a nuestro parecer grafica enteramente la actitud reaccionaria de las clases altas chilenas: la escena en la que una madre de uno de los chicos becados cuenta su historia. Ella menciona que desde niña ha experimentado la desigualdad social del campo, pero con el gran hacendado terrateniente chileno, diciendo que creía que en Santiago de Chile sería diferente, pero al final, en Chile los culpables son siempre los mismos.
¿Y cuál fue la respuesta de los demás padres y madres? Solo vociferar a gritos: “¡Están mezclando a nuestros hijos!” “¡Comunista!” “¡Resentida!” “¡Que se vayan estos marxistas del colegio!” Ello solo representa una élite chilena que se cierra a procesos de inclusión e igualdad para todos/as independientemente de nuestra condición social, la continuación de las diferencias y separaciones por clase o raza, descalificando a cualquiera por solo dar a conocer la realidad y que necesitan cambios profundos.
Por último, debemos mencionar que, a pesar de todo esto, es increíble la actitud de los protagonistas, Gonzalo y Pedro, quienes grafican muy bien ese pensamiento inocente de un niño que no ve a las personas en razón de quiénes son, cuánto dinero tienen, de qué raza o quiénes son su familia. Como menciona el Doctor Machuca Ahumada, “son seres inocentes que aceptan naturalmente las diferencias de cada uno. Se perciben más pacifistas que los adultos. Es entendible entonces que ellos no conozcan la palabra “prejuicio” y poco entienden el nivel de violencia en su país” (2023). En Gonzalo y Pedro recae esa mirada de niño que solo piensa en jugar y pasarla bien con otros/as chicos/as hasta reírse o hasta poder experimentar el amor con alguien más, ya sea en una marcha en contra del gobierno o en una marcha a favor de este, donde sea. Todo ello, en libertad, pues sólo en ella se alcanza ese buen tiempo con las personas, sin importar quiénes sean.
11 de Septiembre: “han tocado fondo, ya nadie ni nada está seguro”
La película “Machuca” aborda los primeros momentos después de la consumación del golpe militar y el posterior derrocamiento al gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. Así pues, “cerca de las 11 de la mañana, el presidente Salvador Allende dirigió su último mensaje al país, a través de una cadena de radioemisoras simpatizantes del gobierno. En este señalaba su decisión de no abandonar la casa de gobierno” (CNN, 2023). Es después de esos momentos, con el inédito bombardeo al Palacio de La Moneda y con el posterior suicidio del presidente Allende que toda esperanza de cambio que tenía el pueblo chileno queda destruida.
A partir de ese momento en el que nadie estaría seguro/a ya en Chile, mucho menos las personas que no eran consideradas de “buena clase”. Es cuando Chile cambió, sí, pero no para bien y mucho menos para las grandes mayorías de la población.
Es en concordancia con este trágico momento en la historia de Chile que la amistad de nuestros dos protagonistas – Pedro Machuca y Gonzalo Infante – se ve afectada por una pelea entre ellos y su amiga en común – Silvana. Los ánimos entre el grupo de amigxs ya habían estado muy tensos desde los insultos que le propició la madre de Gonzalo y sus amigas a Silvana. Pero todo ello empeora aún más cuando por una broma gastada por su amigo y amiga, Gonzalo, se enoja y los llama “rotos”. La jerga “rotos” es una muy utilizada en Chile cuando uno quiere referirse a alguien maleducado, que no sigue el protocolo o no tiene respeto por los demás. También se refiere a alguien de poca monta o de origen “pobre” (Diccionario Americano, s.f.). Así, ello deja más que consternados a Pedro y a Silvana, porque es como si solo fuera un “cabro pituco” – cabro se le dice a los niñxs en Chile – más, de esos que solo los menospreciaban. Se recalca que sigue presente la desigualdad y, con ello, la discriminación, las cuales solo lograrán acentuarse en los próximos años de dictadura militar.
Empero, yendo más allá de la pelea entre los dos protagonistas, este giro hacia el autoritarismo y la dictadura generó un cambio total en la vida de los jóvenes chicos de la escuela “Saint Patrick” y, para ser más precisos, en la propia vida de nuestros protagonistas, Pedro y Gonzalo, cuando los militares irrumpen en la escuela y ocurren cambios drásticos dentro de la misma. Como primera medida deponen al director de la escuela, el padre Mcenroe, y a los otros dos curas, quienes siempre se habían mostrado a favor de las políticas de inclusión de estudiantes de los sectores menos favorecidos, y ponen como director a un general del ejército; como segunda medida, mandan a rapar a la mayoría de todos los estudiantes; como tercera medida, expulsan a todos los estudiantes que no cumplen a tiempo con la pensión de la escuela; entre otras.
Ya la vida de los niños del colegio “Saint Patrick” no será la misma que la que tenían en democracia, porque la dictadura controla cada parte de su vida dentro y fuera del colegio. Es así que el autoritarismo ha calado en cada centímetro de la vida de los estudiantes, por lo que, ya no pueden gozar plenamente de su libertad, ni siquiera pueden ser dueños de su propio cuerpo, pues ya han decidido por ellos cómo deben de verse. La dictadura, el fascismo, les ha quitado su niñez y su individualidad.
Por lo mencionado, el autoritarismo se muestra en “Machuca” como un agente degradante, que si bien es un cambio, solo puede hacer que las vidas de las personas se vean perjudicadas. El autoritarismo, como se ha visto, solo puede separar y dividir a las sociedades, criminalizando y/o excluyendo a grandes partes de la sociedad que no caen dentro de su concepción errada de lo que es orden y disciplina. El autoritarismo sólo puede hacer que las sociedades saquen lo peor de sí mismas.
La indiferencia como barrera para la defensa de los Derechos Humanos
Los primeros días tras haberse consumado el golpe militar, en Chile comenzó a gobernar una junta militar y son muchas las violaciones a los derechos humanos que cometieron en contra de sus opositores. Al final del filme se nos recrea una de las políticas de represión más sanguinarias que se ha podido ver, cuando una guarnición del ejército irrumpe en las zonas periféricas de la ciudad de Santiago, donde vivían Pedro y Silvana, lxs amigxs de Gonzalo. Puesto que, es ahí donde el último vive en carne propia la represión.
Pero él no se queda, él huye, incluso después de que un militar le ha disparado a quema ropa a Silvana por defender a su padre del linchamiento que le estaban propinando los militares por ser partidario de Allende. Él logra huir del militar que lo quería capturar solo con una simple frase: “¡Mírame!” le grita, el soldado lo mira y ve que no es como el resto de las personas que vivían en ese lugar y lo deja ir. Sin embargo, Gonzalo se va dejando a su amigo y amiga con los militares y es en dicho momento, que queda claro que era un niño y no podía querer más que huir en ese momento de total peligro y miedo que sentía. No obstante, nos queremos centrar en la actitud de Gonzalo: la indiferencia a la situación; el no sentir nada después de que le hayan disparado a Silvana, y dejar a Pedro solo en aquel momento.
Con ello, nos referimos a la indiferencia, esa característica casi implícita de las élites económicas y clases medias. En este sentido, Atria y otros afirman que “las élites plantean su proyecto individual como uno colectivo deseable y beneficioso para todos (2017). Este puede ser el caso de la justificación que las élites alegan durante los golpes de Estado, ya sea por la paz social o el mantenimiento de lo que según su concepción es el “bien común”. Ello, claro está, obviando totalmente los perjuicios de lo que ello conlleva para grandes sectores de la población. Es así que, la indiferencia a lo que le pasa al otro es lo que les impide ver que detrás de los beneficios que les puede traer a ellos una dictadura, se encuentra la violación sistemática hacia los derechos humanos y el sufrimiento de muchísimas personas.
Es importante ahora remitirnos a la frase que da comienzo a este artículo: “este ya no es un lugar sagrado, el Señor ya no está acá”. Ya nada es sagrado, ya no hay respeto por nada ni por nadie; ya no hay límites; ya no hay nada que consideremos lo suficientemente importante como para que sea de obligatorio cumplimiento para todos/as, pues, el autoritarismo y la indiferencia se han impuesto. Es por ello que, la defensa y la concientización sobre los derechos humanos se hace cada vez más importante en nuestros países y en toda la región. Con ello nos adherimos a lo dicho por Staude en cuanto “es necesaria la función de cierta “fantasmatización”, la construcción de ficciones que permitan un cierto acuerdo colectivo imaginario-simbólico, a partir del cual sea posible ponerse de acuerdo en que “las cosas son así” (2014, pp. 126). Es decir, no claudicar frente a la indiferencia y propugnar la defensa de los derechos humanos.
Reflexiones finales
Machuca es un llamado a la reflexión como sociedad; nos pinta de cuerpo entero como en un país puede haber dos mundos distintos y, con ello, dos percepciones distintas acerca de la situación que atraviesa un país. Machuca retrata como los sectores privilegiados de nuestra sociedad, los cuales han tenido el poder por largo tiempo, son reacios a los cambios profundos que signifique el beneficio de las grandes mayorías, lo que termina acentuando la discriminación hacia estos mismos sectores. Ello empeora aún más cuando se cae en cuenta que los países latinoamericanos – como Chile o nuestro país, el Perú – tienen sociedades con una altísima segregación racial, haciendo que, la mayoría de veces, sea la raza la determinante de la clase social a la que uno pertenece.
La película Machuca, si bien se centra en la realidad chilena, creo firmemente que retrata una realidad en la que vive gran parte de las sociedades latinoamericanas. La mayoría de nuestros países han vivido buena parte de su vida independiente entre dictaduras y represión sistemática hacia los grupos sociales más vulnerables, todo ello, casi siempre, con el aval de las clases dominantes. Un caso de ellos puede ser el Perú donde tenemos a un gobierno de corte autoritario, sobre el que cada día salen más pruebas de sus graves violaciones hacia los derechos humanos, con el aval de las clases dominantes a la represión de nuestros hermanos de la Sierra sur del país, gracias su profunda indiferencia con ellxs.
De esta forma, creo que es la falta de diálogo, de consensos, de la simple aceptación de la perspectiva del otro, lo que nos lleva a caer y avalar posiciones autoritarias. Por dicho motivo, es importante siempre invocar a las clases dominantes a tomar conciencia y aceptar los cambios profundos que la sociedad necesita. Este artículo, busca llamar a la reflexión y conciencia a las clases dominantes, para no caer en la indiferencia con el sufrimiento del otro; para no caer en el revanchismo y en la imposición por la fuerza; para dejar de lado esas actitudes de una sociedad pasada y avanzar hacia un futuro con más igualdad y derechos; para que sea la democracia y los derechos humanos un lugar sagrado para todxs.
Bibliografía
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Atria, Jorge, Amenábar, Josefina, Sánchez, Javiera, Castillo, Juan Carlos, Cociña, Matías. (2017). Investigando a la élite económica: Lecciones y desafíos a partir del caso de Chile. Cultura-hombre-sociedad, 27(2), 5-36. https://dx.doi.org/10.7770/cuhso-v27n2-art1244
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