Escrito por Marco Antonio Zelaya Castro, director de la Comisión de Diálogos Humanos del Equipo de Derechos Humanos de la PUCP
La noche del 14 de noviembre de 2020, múltiples perdigones, bombas lacrimógenas y distintas herramientas usadas por la Policía Nacional del Perú fueron usadas para reprimir violenta y desproporcionadamente a una población enardecida por los actos del Congreso contra el modelo democrático. Aquella noche, dos vidas fueron drásticamente cegadas para siempre. Una gran parte de la población en la ciudad de Lima quedó trágicamente impactada ante las imágenes que se transmitían en algunos medios televisivos y en las redes sobre cómo dos jóvenes fueron brutalmente asesinados con disparos de perdigones.
Este trágico suceso fue un acontecimiento con gran cobertura mediática, incluso los medios de comunicación que usualmente suelen mirar hacia otro lado decidieron que para ellos, dichos fallecidos tenían importancia. La presión fue tanta que la población logró su cometido y provocó la renuncia de Manuel Merino del cargo de la presidencia.
Por un tiempo la población vio con tristeza, pero a la vez con ilusión, porque parecía que si bien habían hasta 2 fallecidos, parecía que nunca más iban a haber otros fallecidos en protestas. Se discutió mucho en los entornos académicos, se hicieron tertulias, se habló en las redes, pero realmente ¿Qué quedó después de ello?
Hoy las familias de las víctimas solo han quedado con el dolor y el vacío que dejaron sus familiares, una herida que sigue abierta mientras no tengan justicia y mientras sigan viendo cómo cada protesta que hay siempre hay nuevos heridos, nuevos fallecidos. Para el padre de Bryan Pintado, Oscar Pintado, el tiempo parece haberse detenido y el fallecimiento de su hijo marcó un antes y un después para su vida:
“Hasta el día de hoy, recuerdo las últimas semanas que tuve con mi hijo. Hay momentos que siempre te van a marcar en la vida, momentos especiales y todavía los recuerdo. Yo lo iba a recoger al colegio cuando estaba en primaria, me iba y me lo llevaba conmigo y nos íbamos a jugar un rato… Pero con el tiempo se irán diluyendo esos pensamientos… Por el momento, esos momentos más gratos todavía permanecen en mi memoria… Pero la memoria es frágil. Algún día no voy a recordar”. (Chávez; 2023).
Killa Sotelo, la hermana de Inti Sotelo, aún recuerda la memoria de su hermano, recuerdo cuyo dolor se ve avivado cada vez que otra persona sufre el mismo destino:
“La verdad, esto nos ha chocado bastante como familia. Con la muerte de Inti, emprendimos una búsqueda familiar de justicia por mi hermano, pero también es un compromiso social, la sociedad ha sido vulnerada. Ver, hoy día, que son más de sesenta familias enlutadas, no solo en Lima, sino en provincias… Lamentablemente, fue un bajón bastante fuerte. Todavía nos estamos recuperando”. (Chávez; 2023).
Las familias nunca recuperarán a la gente que perdieron, pero al menos buscan justicia y que estas tragedias no le vuelvan a ocurrir nunca más a nadie. Sin embargo, incluso ello les es negado. A día de hoy, no se han obtenido juicios o sentencias contra los principales responsables políticos y los altos mandos policiales que estuvieron a cargo de la represión nacional aquél trágico 14 de noviembre. Por el contrario, la Fiscalía ha sido debilitada y ha tenido una muy pobre actuación en la búsqueda de justicia por las víctimas. Por parte de otras autoridades estatales, se ha promovido la estigmatización de estos jóvenes y se ha buscado reducir la importancia que se le da a la búsqueda de justicia.
Hoy en día, quisiéramos decir que sus muertes fueron las últimas en nuestro país en contextos de protestas, que luego de sus fallecimientos que generaron una gran cobertura mediática provocaron una ola de reformas en el Estado y la creación de un compromiso por los derechos humanos, pero nada de ello pasó. En este país han pasado tantas tragedias que nos recordaron la necesidad de promover una cultura de respeto por las protestas en el ámbito estatal, pero nunca se han traducido en un verdadero cambio. Luego del fallecimiento de Inti y Bryan este país vio tantas personas, tantos jóvenes, hasta niños fallecer sea ejerciendo su derecho a la protesta o tan solo pasando por lugares donde se daban estas. El dolor de los deudos de las víctimas es irreparable, el perder a un hijo, a un hermano, es algo que impactó las vidas de los familiares, quienes ahora solo pueden pedir justicia.
BIBLIOGRAFÍA:
Chávez, R. (2023, 10 de mayo). En espera de la justicia. IDEHPUCP. https://idehpucp.pucp.edu.pe/revista-memoria/reportaje/en-espera-de-la-justicia/
No hay comentarios