Gisèle Pelicot: Un cambio de narrativa para los casos de violación “La vergüenza no es para nosotras, es para ellos”

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Escrito por Mariana Díaz, comisionada de Diálogos Humanos, del Equipo de Derechos Humanos de la PUCP

No cabe duda de que el feminismo ha sido un movimiento social y político que ha conquistado espacios fundamentales para liberar a las mujeres de múltiples cargas impuestas por la sociedad. La lucha contra los estereotipos y roles de género persiste, y hoy en día existen figuras feministas cuyo trabajo marca precedentes que nos impulsan a avanzar. Gisèle Pelicot es ahora uno de esos íconos: una mujer francesa de 72 años que protagonizó un caso desgarrador de abuso que resonó a nivel mundial. Como se analizará en este artículo, su historia se ha convertido en un precedente para redefinir la narrativa sobre la violación y cuestionar la culpabilización de las víctimas en situaciones de abuso. Además, podemos relacionar este fuerte impacto social a la situación en nuestro país desde el derecho constitucional y la realidad del Perú, un país con una grave problema respecto a la cultura de violación. 

Durante años (2011-2020), Gisèle Pelicot fue víctima de un sistema de abuso que involucra a más de 50 hombres, quienes, alentados por su esposo, acudían a su casa para violarla mientras estaba inconsciente y drogada. Lo más importante de este caso ha sido definitivamente que Gisèle decidió desde un inicio que se desarrolle un juicio público, sin ocultar su identidad ni la identidad de sus abusadores. En la lista de agresores se incluían personas de diferentes edades y profesiones (obreros, bomberos, jubilados, empleados bancarios), que llevaban una vida “normal” (El tiempo, 2024). Este caso ha sido fundamental para cuestionar la imagen social del agresor: no se trata de “personas enfermas” o de “perfiles de violador ” el abuso puede provenir de cualquier persona y no es menos real porque el agresor no encaja con un estereotipo. Sin embargo, lo más significativo de este caso ha sido la decisión de Gisèle de llevar el juicio públicamente, sin ocultar su identidad ni la de sus abusadores. Esta apertura ha transformado su caso en uno de los más relevantes en los ultimos años, consolidando a Gisèle como un icono del feminismo, especialmente en temas de abuso sexual. Gisèle ha declarado que su motivación es representar a todas las mujeres que sufren estos abusos en silencio, que nunca han sido reconocidas como víctimas (BBC, 2024) y que son re victimizadas al ser culpadas por lo que padecieron, en lugar de responsabilizar a quienes cometieron estos delitos. Ella ha manifestado abierta y múltiples veces que la motivación detrás de esta decisión ha sido representar a mujeres que nunca han sido reconocidas como víctimas, a las mujeres que sufren estos abusos en las sombras y a las que se les culpa por ser víctimas antes que a sus abusadores por cometer estos delitos contra ellas. 

Además de este gran impacto, con esta decisión, Gisèle ha enfrentado tanto a su esposo, de quien está en proceso de divorcio, y a los acusados, que podrian recibir hasta 20 años de prisión por violación agravada frente a los ojos de Francia y de todo el mundo. Su postura se sintetizó con una frase que ha trascendido a este caso: “La vergüenza tiene que cambiar de bando” en alusión a que el peso de la culpa debe recaer sobre los agresores, y no sobre las víctimas. Gisèle, firme en su postura, ha tenido que ver las más de cinco mil pruebas visuales documentadas de estos abusos, reafirmando su compromiso para que esta lucha sirva como precedente en la defensa de los derechos de las víctimas pues ha enfatizado en cómo la vergüenza no es ni debe ser de ella ni de lo que ha sufrido, sino de quiénes han cometido estos actos contra ella. Es así que se solidifico su imagen para los casos de violencia sexual ayudando a que muchas víctimas de esta sean capaces de ver como otra mujer alza la voz por ellas invitándolas a recordar que la verguenza nunca es de la víctima sino del abusador. Es un mensaje fuerte y valioso para una sociedad donde los estereotipos de género afectan aún la percepción de estos casos de abuso, aislando a las víctimas y haciéndolas responsables de su propio abuso. 

Pero esto no es lo único que podemos rescatar de la importante lucha de Gisèle, su caso y su impacto nos brinda la oportunidad de desarrollar, desde el derecho constitucional peruano, el contenido del derecho fundamental de todas las mujeres y niñas peruanas a una vida libre de violencia y a entender cómo la narrativa que ha empujado el caso de Gisèle es parte necesaria de la protección a los derechos fundamentales. Este derecho ha sido desarrollado por nuestro Tribunal Constitucional y especialmente en la sentencia EXP. N.° 03378-2019-PA/TC se detalla su contenido constitucional. Acorde al desarrollo del TC, el derecho a una vida libre de violencia, se desprende de la interrelación de varios derechos fundamentales: derecho a la vida, a la integridad, al libre desarrollo y a la igualdad y no discriminación (precisando que a pesar de esto debe entenderse como un derecho autónomo). Cada uno de estos  elementos necesarios suma a la configuración del derecho a una vida libre de violencia. Se resalta también que dentro del contenido de este derecho se encuentra el no ser objeto de violencia sexual siendo este elemento, para el caso de Gisèle, el más importante de todos al momento de analizarlo en función a la realidad peruana. Especialmente me parece importante resaltar que, la sentencia reconoce que la violencia contra la mujer es una manifestación de discriminación basada en el sexo, la cual está expresamente prohibida por nuestra Constitución enfatizando así la necesidad de un enfoque de género en la administración de justicia para garantizar la igualdad real entre hombres y mujeres.  

En el perú se reconoce formalmente que las mujeres, en amparo de su derecho a una vida libre de violencia, no deben ser objeto de violencia sexual, sin embargo, hay muchas mujeres que nisiquiera son reconocidas como víctimas o que en caso de serlo, son revictimizadas. El caso de Gisèle es tan importante para una realidad como la peruana debido a que histórica y estructuralmente, las mujeres víctimas de violencia sexual han sido revictimizadas, culpabilizadas e ignoradas tanto por la sociedad como por el propio estado peruano. En el Perú existe una preocupante canitdad de casos de violencia sexual que quedan en la impunidad. Existen factores como la  desvalorización del testimonio de las víctimas por estereotipos de género que llevan a que los diferentes operadores de justicia minimicen los actos cometidos contra las mujeres o que por su edad, ocupación o circunstancias de antes, durante o después del acto encaminan a que los agresores queden impunes (Ramíez, 2020). Estos actos y conductas arraigados en la misoginia que mantienen las instituciones de justicia en el Perú, desvían la atención del agresor y la redirigen hacia la víctima con una intención de responsabilizarla por el acto cometido en su contra. La tendencia de nuestro sistema a no proteger adecuadamente a las víctimas normaliza y acentúa la violencia estructural contra las mujeres, vulnerando así los derechos constitucionales antes mencionados. Innumerables casos existen donde jueces y abogados utilizan argumentos misóginos para dejar impunes a abusadores sexuales, desde el color de la ropa interior (Corte Superior de Justicia de Ica, 2020, Expediente N.° 002822-2019-90-1401-JR-PE-03) hasta utilizar su vida social y ocupación como justificantes del abuso sexual a pesar de que estas valoraciones hayan sido consideradas inconstitucionales por su vulneración a los derechos fundamentales de las víctimas contra quiénes se utilizan (Corte Suprema de Justicia de la República, 2011, Acuerdo Plenario N.° 1-2011/CJ-116). 

Es exactamente por eso que Gisèle Pelicot y su historia son ser un precedente para recordar que no todos los abusos ni abusadores son iguales, que no existen vícitmas perfectas y que los estereotipos respecto al abuso sexual son perjudiciales para todas las víctimas. El impacto de las palabras de  Gisèle también traen un gran relieve a la perspectiva que busca responsabilizar a la parte correcta: los abusadores, siendo esta la narrativa constitucional que el derecho a una vida libre de violencia busca amparar en su contenido y que se ve vulnerado de forma tan explícita en nuestro país. La no revictimización y el no sentir vergüenza por haber sido abusadas sexualmente son parte del derecho a una vida libre de violencia y tanto el Estado como nuestra sociedad debe seguir buscando la realización material y no solo formal de todos estos derechos. 

A modo de conclusión, el caso de Gisèle Pelicot se alza como un hito en la lucha contra la violencia sexual y la cultura de la culpabilización de la víctima. Su valentía al hacer público su caso y desafiar los estereotipos del agresor sexual ha abierto un espacio crucial para la transformación de la narrativa en torno a este delito. Su decisión de exponer públicamente los abusos sufridos a manos de más de 50 hombres, muchos de los cuales llevaban vidas aparentemente “normales”, desmonta la imagen preconcebida del violador como un individuo marginal o con problemas mentales. Gisèle Pelicot ha demostrado con su experiencia que el abuso puede provenir de cualquier persona, independientemente de su profesión, estatus social o apariencia. Su testimonio y la exigencia de justicia han resonado no sólo en Francia, sino en todo el mundo, inspirando a otras mujeres a alzar su voz y reclamar sus derechos. La frase “La vergüenza tiene que cambiar de bando” se ha convertido en un lema poderoso que refleja la necesidad de trasladar la culpa y la responsabilidad a los agresores, donde corresponde y en el contexto peruano, el caso de Gisèle Pelicot adquiere una relevancia particular. La realidad peruana, marcada por una arraigada cultura de violencia sexual y una preocupante impunidad de casos de abuso sexual, necesita urgentemente un cambio de paradigma. La desvalorización del testimonio de las víctimas, los estereotipos de género y la misoginia presente en las instituciones de justicia contribuyen a la revictimización y a la normalización de la violencia contra las mujeres. Es imperativo combatir los estereotipos y prejuicios que impiden que las víctimas sean reconocidas y protegidas, y asegurar que los agresores sean debidamente juzgados y sancionados. La lucha de Gisèle Pelicot nos recuerda que la transformación social requiere de un compromiso colectivo para erradicar la violencia de género y construir una sociedad justa e igualitaria.

 

BIBLIOGRAFÍA

BBC News Mundo. (2024, noviembre 24). El testimonio en el tribunal de Gisèle Pelicot, la mujer drogada por su esposo y violada durante más de una década. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/articles/cvg0d1x1kdko

Corte Suprema de Justicia de la República. (6 de diciembre de 2011). Acuerdo Plenario N° 1-2011/CJ-116: Apreciación de la prueba en los delitos contra la libertad sexual.

Corte Superior de Justicia de Ica, Juzgado Penal Colegiado Supraprovincial Transitorio Zona Sur. (8 de octubre de 2020). Expediente N° 002822-2019-90-1401-JR-PE-03: Espinoza Ramos, Giancarlos Miguel

El Tiempo. (2024, noviembre 24). El caso de Gisèle Pelicot: “Que la vergüenza cambie de bando”. El Tiempo.https://www.eltiempo.com/mundo/europa/el-caso-de-gisele-pelicot-que-la-vergueenza-cambie-de-bando-3378926

Ramírez Huaroto, B. (2020). Justicia de género. Aportes de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional en casos de violencia contra las mujeres. Gaceta Constitucional, 147, 13-27

Tribunal Constitucional. (2020). 03378-2019-PA/TC ICA JORGE GUILLERMO COLONIA BALAREZO

 

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