
Discriminación histórica: El largo recorrido en la lucha por los derechos de las Trabajadoras Del Hogar (TDH)

Escrito por Marco Zelaya Castro, director de la Comisión de Diálogos Humanos del Equipo de Derechos Humanos de la PUCP.
- Introducción
Históricamente en la sociedad peruana ha existido una gran discriminación contra el sector mayoritario de la población que es considerado como “población indígena” o “cholos” en la modernidad. Pese a componer un sector mayoritario, desde la época colonial no se ha podido desmantelar estas estructuras que perpetúan la discriminación social, económica y cultural. En la actualidad, si bien es cierto vivimos bajo un régimen democrático en el que nuestra Constitución garantiza un catálogo relativamente variado de derechos fundamentales, su aplicación plena en nuestro país está aún lejos de ser perfecta. Y debido a ello, pese a las normativas especializadas que se han podido promulgar, aún existen fuertes estructuras que perpetuan la discriminación y desigualdad, que muchas veces afecta especialmente a sectores de trabajadores con un alto grado de vulnerabilidad como lo es el caso de las trabajadoras del hogar.
En nuestro país, hay un gran número de personas trabajadoras del hogar realizan labores esenciales tanto en sus propios hogares como en casa ajena. Este tipo de trabajo implica que pasen un gran número de horas atendiendo a familias que están ocupadas de otras actividades propias de su estilo de vida y por el contrario, implica que pasen menos tiempo con sus respectivas familias y muchas veces son víctimas de abusos, maltratos, falta de reconocimiento de sus derechos laborales y muchos otros malos tratos. Frente a ello, el hecho de que hoy en día pese al paso de mucho tiempo no se ha visibilizado la situación problemática a la que son sometidas las personas trabajadoras del hogar refleja una profunda problemática en nuestro país y es que el trabajo del hogar no es adecuadamente reconocido en la medida de su importancia y pese a ser uno de los pilares para el funcionamiento de todo hogar, no se le brinda el adecuado apoyo ni se garantiza el respeto por los derechos de las personas dedicadas a esta labor. En dicho sentido, es importante reflexionar respecto a por qué pasa ello para poder promover una cultura y normativa basada en el reconocimiento y respeto de quienes se dedican a dicha labor.
- Evolución de la situación histórica de las trabajadoras del hogar en nuestro país
La figura laboral de las trabajadoras del hogar tuvo su principal origen en la servidumbre y/o esclavitud que era una actividad sumamente común en la época virreinal hasta ciertas etapas tempranas de la república peruana. Sin embargo, con la abolición de la esclavitud durante el gobierno de Ramón Castilla se realizó un intento de provocar un gran cambio de paradigma sobre la población afroperuana. En el ámbito legal, se garantizó el derecho a la libertad en su forma más básica; no obstante, el acto de la liberación de los esclavos no los libró de la discriminación histórica que sufrían y sumado a ello, empezó una ola de migración proveniente de las regiones andinas y se prescindió de la mano de obra afroperuana, lo que provocó que en la práctica si bien hubieran muchos avances a nivel legal, ello no se tradujera en un mayor reconocimiento práctico de los derechos o una mejora en sus condiciones de vida. Puesto que, la derogación de la esclavitud no cortó aquellos vínculos que tenían fuera de la legalidad los antiguos dueños con sus respectivos ex esclavos.
Ello se refleja en la situación señalada por Emily Culver, quien indica que, en muchos casos, las mujeres esclavizadas que eran liberadas mediante manumisión todavía tenían vínculos con sus antiguos dueños; puesto que, estos todavía consideraban que tenían derecho sobre el trabajo que ejercían en sus hogares. Ello puesto que, se consideraba a la servidumbre como parte de la unidad familiar, y en función a ello, se consideraba que su trabajo no era necesariamente remunerado. Ante ello, se afianzó la idea de que el trabajo del hogar no era un trabajo “real”, sino que implicaba una extensión de las funciones de las mujeres y los niños en el hogar. Esta fue una idea que se mantuvo a lo largo de las décadas, razón por la que aún hace unas décadas no se les garantizaba el respeto de derechos mínimos como el sueldo mínimo. (Trama Crítica; 2023) Esto quiere decir que el problema del reconocimiento de sus derechos no es algo que haya surgido con la actualidad, sino que es algo que se ha venido combatiendo desde la república y que tiene un arraigo en una problemática mucho más amplia.
Las posiciones racistas y discriminatorias por parte de muchos sectores de la clase dominante de la sociedad pasan por considerar que las vidas de las personas originarias de otras regiones y las personas afroperuanas tienen una vida menos valiosa y, por lo tanto, tienen menos derechos, siendo los más atacados los derechos a la libertad de expresión y la libre determinación sobre sus vidas. En dicho sentido, Cecilia Garavito indica que un mecanismo de control ejercido en regiones como Cajamarca era el que muchas jóvenes en el siglo XIX eran retenidas por sus patrones sea mediante las deudas o por la tutela. Y frente a ello, muchas hasta eran entregadas por sus padres a los patrones para que estas puedan ser alimentadas y vestidas a cambio de que puedan “ayudar” con las tareas del hogar. En dicho sentido, la pobreza y el deseo de ascenso social fueron factores trascendentales que influyeron en esta situación. Aunque ello no implica que en muchos casos, aún existía el caso de jóvenes que eran retenidas en contra de su voluntad o las de sus familiares y se llegó a generar un “tráfico de sirvientas” y también muchos casos de fugas ante los maltratos y excesivos trabajos. (Garavito; pp. 38) Esto visibiliza un patrón de conductas en el marco de discriminaciones estructurales en las que muchas personas de los estratos más bajos intentan sobrevivir, situación que muchas veces las lleva a soportar muchos abusos porque no existen distintas opciones para vivir.
Uno de los principales problemas en torno al trabajo del hogar es descrito por Janine Rodgers: “El trabajo de cuidado que las mujeres realizan dentro de su hogar no se paga (es gratuito) y, por lo tanto, puesto que le falta el dinero como referente social de valor, se queda invisible en el contexto productivo del mercado que define “trabajo” como “ocupación remunerada”. (Janine Rodgers; 2009) En este sentido, el trabajo del hogar no resulta adecuadamente visibilizado y por lo tanto, la lucha por el reconocimiento de sus derechos es mucho más difícil debido a que en el imaginario colectivo y social no se le reconoce el valor aún a nivel familiar. Como ejemplo de ello, entre los años 1876 y 1940, la remuneración de quienes se desempeñaban en el servicio doméstico era inferior a la de los trabajadores no calificados. Asimismo, el incremento en la participación femenina dentro de esta ocupación intensificó aún más esta disparidad salarial. Dicha brecha puede explicarse, en gran medida, por la desventaja educativa que históricamente han enfrentado las mujeres en relación con los hombres, así como por su escaso conocimiento sobre las dinámicas del mercado laboral urbano. Incluso en la actualidad, si se toman en cuenta no solo los ingresos monetarios sino también las compensaciones en especie, se observa que las trabajadoras domésticas perciben salarios más bajos en comparación con aquellos empleados en ocupaciones de baja calificación. (Garavito; pp. 46)
- Situación actual y distintas problemáticas que no se han superado
La Defensoría del Pueblo ha detectado que respecto a la situación de las trabajadoras del hogar existen múltiples derechos que son vulnerados: el derecho a la igualdad y no discriminación, el derecho a la libertad y seguridad personal, derecho a la integridad física y psicológica, derecho a la libertad sexual, derecho a la salud, derecho a la alimentación, derecho al trabajo, derecho a la educación, derecho a la familia, derecho a la identidad, derecho a la libertad sindical y el derecho de acceso a la justicia y debido proceso.
Este estado de vulnerabilidad que atraviesan, se manifiesta en muchos casos en los que distintas trabajadoras del hogar han podido manifestar sus testimonios que revelan que dadas las condiciones bajo las que son sometidas, muchas veces, el realizar dicha labor solo les permite tener acceso para los medios suficientes para sobrevivir y ello puede truncar otro tipo de oportunidades que podrían haber tenido, además del daño que les provoca ello.
Un dramático testimonio es el que relata Carmen Almeida, activista por los derechos de las trabajadoras del hogar, enfrentó un largo y agotador proceso judicial que se extendió por 7 años. Finalmente, logró que el Poder Judicial fallara a su favor contra el diplomático peruano Hugo Melitón de Zela, evidenciando así las barreras y desigualdades que enfrentan las trabajadoras del hogar, marcando un antes y un después en su vida. Frente a ello, un reportaje en el que se le entrevista señala lo siguiente:
“Eran aproximadamente las 10 p. m. aquel día. El planchado de camisas le había tomado horas de trabajo. De pronto, la hija de su exempleador arrojó al piso todas las prendas. «Le tiré la puerta, fui donde su papá, le dije lo que había pasado y que yo me iba. No sé cómo tuve el valor de hacer eso», relata aún asombrada de su reacción. Lo que sucedió después fue peor. No la dejaron salir del inmueble y luego la obligaron a ir a la casa de playa, donde también la encerraron. Carmen trabajaba allí de 6 a.m. a 10 p.m., pero el horario podía prolongarse hasta la medianoche si había reuniones sociales.” (SomosPeriodismo; 2023)
Por otra parte, la relación entre el empleo en el servicio doméstico y los indicadores de pobreza ha arrojado resultados interesantes. De tal modo, al cruzarse la proporción de mujeres en edad de trabajar en zonas urbanas empleadas en el servicio doméstico en comparación con el porcentaje de población urbana que se encuentra por debajo de la línea nacional de pobreza y a su vez se contrasta con el porcentaje de pobreza entre los trabajadores domésticos urbanos; en ambos casos, la correlación es negativa, lo que indica que estos factores no evolucionan en la misma dirección. Es importante recordar que la correlación solo refleja una asociación y no implica una relación de causa y efecto. No obstante, se puede plantear la hipótesis de que cuando la pobreza crece, la demanda de servicio doméstico disminuye y cuando el servicio doméstico crece tiene un impacto sobre los ingresos de los hogares pobres y la pobreza tiende a disminuir. (Janine Rodgers; 2009) Esto permite demostrar que muchas de las personas pobres recurren a este tipo de labores por la necesidad imperante de poder sobrevivir.
Sin embargo, el hecho de que no se le reconozca un valor económico resulta algo sumamente impreciso. Cada empleo desempeña un papel dual en la economía: por un lado, como motor de producción, al crear bienes y servicios para el mercado, y por otro, como vía de reconocimiento y dignificación del trabajador. A cambio de su esfuerzo, recibe una remuneración que le otorga acceso a derechos económicos, permitiéndole adquirir productos y servicios que mejoran su calidad de vida y la de su familia. Sin embargo, el trabajo doméstico sigue siendo infravalorado y mal remunerado, no solo porque lo ejercen mayoritariamente mujeres, sino también porque recae sobre mujeres pertenecientes a sectores históricamente marginados, como personas en situación de pobreza, afrodescendientes, indígenas y migrantes. (Janine Rodgers; 2009) En dicho sentido, es más que incorrecto afirmar que el trabajo del hogar no cumple un papel importante en la economía de la sociedad y en el hogar en sí; puesto que, este trabajo implica un gran esfuerzo y tiempo que no realizan las personas con mayor posición económica.
Es importante resaltar que tomando en consideración lo anteriormente comentado es que resulta necesaria una reflexión respecto a las condiciones bajo las que laboran las trabajadoras del hogar; puesto que, ellas no eligen dichas condiciones y por necesidad deben recurrir a aceptar aquello que se le presente. Es así que en un informe elaborado por la Defensoría del Pueblo, esta entidad hace referencia al hecho de que existe una gran relación entre las desigualdades económicas y la verticalidad de estas relaciones laborales. Esto podría ayudar a entender, en parte, por qué esta tarea rara vez se elige por vocación, sino más bien por una urgente necesidad económica. En una entrevista una trabajadora del hogar señala lo siguiente: “No es algo que uno elige, ser trabajadora del hogar. ¿Cuánta gente dice en su vida yo quiero dedicarme a ser como profesión trabajadora del hogar? El trabajo es bastante desvalorizado por la sociedad misma, se ve como trabajo de último. Uno está pensando que voy a ser trabajadora del hogar por poco tiempo…” (Defensoría del Pueblo, 2018)
En similar sentido, María Cárdenas (2025), investigadora asociada a CRONICAS, indica que a pesar de su gran importancia, en la gran mayoría de casos como muestran las estadísticas del proyecto ANITA, su trabajo se da en condiciones de informalidad, con bajos sueldos, largas jornadas de trabajo y poca protección social. Por ley, y por una cuestión de respeto, deben recibir un pago justo, todos sus derechos laborales (CTS, gratificaciones, vacaciones, pensión y seguro de salud), y un trato digno.
Esto demuestra la necesidad de poder establecer políticas públicas claras que protejan con mayor eficiencia a las trabajadoras del hogar y sus necesidades. Frente a ello, David Vera Tudela (2025), investigador de proyecto ANITA, señala que es necesario poder reactivar el Grupo de Trabajo Multisectorial “Mesa de Trabajo para promover el cumplimiento de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores del hogar” conformada por representantes del MTPE, MIMP, SUNAT, SUNAFIL y de las centrales sindicales y de las federaciones de trabajadores y trabajadoras del hogar. Mediante la reactivación de dicho grupo se podrían establecer planes de trabajo y campañas de difusión y sensibilización respecto a objetivos específicos. Asimismo, resulta necesario el poder replantear los sistemas de seguridad social y seguros médicos, a efectos de que ello no merme sus salarios y además les garantice un acceso eficiente a dichos servicios.
Tomando en cuenta ello, resulta evidente que es necesario replantear las políticas que se aplican sobre las trabajadoras del hogar, para así remediar de forma más eficiente las injusticias estructurales que afectan su sobrevivencia y perjudican sus medios de vida más tradicionales. Esta labor parte principalmente desde el Estado; sin embargo, también se debe tener una conciencia sobre la realidad de las trabajadoras del hogar y reconocer el valor de su trabajo en todo ámbito.
- Conclusión
El trabajo del hogar en el Perú ha estado históricamente marcado por la discriminación y la falta de reconocimiento. A pesar de los numerosos avances legales, las trabajadoras del hogar aún enfrentan condiciones precarias, abusos y vulneración de derechos fundamentales. Este problema tiene raíces en la esclavitud y el racismo estructural, que han perpetuado la idea de que el trabajo doméstico no es un empleo “real” y por tanto un trabajo en el que no existe una obligación al respeto de los derechos fundamentales de las trabajadoras. En la actualidad, las trabajadoras del hogar siguen enfrentando múltiples formas de vulneración de derechos, tales como la falta de acceso a una remuneración justa, jornadas laborales excesivas, ausencia de seguridad social y situaciones de abuso físico y psicológico. Y es importante tener en cuenta en esta conversación, a distintos estudios que demuestran esta diferencia entre derechos para las personas que trabajan en otras áreas con las trabajadoras del hogar como La Defensoría del Pueblo que ha identificado una serie de derechos que continúan siendo vulnerados, lo que demuestra que aún existen serias deficiencias en la implementación de medidas de protección y garantía para este sector.
Para cambiar esta realidad, es esencial garantizar el cumplimiento de sus derechos y transformar la percepción social sobre su labor. Es importante reconocer los orígenes de esta forma de trabajo para entender cómo funciona y cómo afecta la vida de muchas mujeres en nuestra realidad. Esto requiere políticas públicas efectivas e interseccionales, que cuenten con mayor fiscalización y una cultura de respeto que valore su trabajo como esencial para la sociedad.
Fuentes Bibliográficas:
Culver, E. (12 de junio de 2023). Vida y trabajo de las empleadas domésticas en Lima, 1960-1980. Trama Crítica. Extraído de: https://tramacritica.pe/perspectivas/2023/06/12/vida-y-trabajo-de-las-empleadas-domesticas-en-lima-1960-1980/
Defensoría del Pueblo. (2012). Las trabajadoras del hogar en el Perú. Una mirada al marco normativo nacional e internacional establecido para su protección. Documento Defensorial N° 21. Extraído de: https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2018/05/Documento-Defensorial-N-21.pdf
Garavito, C. (2023). El trabajo doméstico en el Perú durante la transición entre la colonia y la república: 1790- 1940. Revista Uruguaya De Historia Económica. 22(XXIII); p. 33-48. Extraído de: https://www.audhe.org.uy/publicaciones/index.php/RUHE/article/view/39
Rodgers, J. (2009). Cambios en el servicio doméstico en América Latina. En M. E. Valenzuela y C. Mora (Ed.), Trabajo Doméstico: un largo camino hacia el trabajo decente. (pp. 71-115). Extraído de: https://www.ilo.org/sites/default/files/wcmsp5/groups/public/@americas/@ro-lima/@sro-santiago/documents/publication/wcms_180549.pdf
Quispitupa, R. (20 de octubre de 2023). Carmen Almeida, dirigente de las trabajadoras del hogar: “Quiero ser recordada como feminista y sindicalista”. Somos Periodismo. Extraído de: https://somosperiodismo.com/carmen-almeida-dirigenta-de-las-trabajadoras-del-hogar/
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