Día del Trabajador: Porque sin nosotros, ¿Quién haría que todo funcionara?
Escrito por Eva María Gonzales, comisionada de Diálogos Humanos del Equipo de Derechos Humanos de la PUCP, y Rafael Polar, comisionado de Impulsa Derechos Humanos del Equipo de Derechos Humanos de la PUCP.
El Día del Trabajador, conmemorado cada 1 de mayo, es una fecha significativa que nos invita a reflexionar sobre la historia, los logros alcanzados en la lucha por los derechos laborales y los desafíos que aún enfrentan millones de trabajadores en todo el mundo. Es un día que resalta no solo la importancia del trabajo en nuestras sociedades, sino también el esfuerzo colectivo y la resistencia que han tenido los trabajadores a lo largo de los años para obtener una protección legal que garantice condiciones dignas en sus empleos.
En la actualidad, el mundo del trabajo se enfrenta a una transformación profunda impulsada por la digitalización, la automatización y la expansión del trabajo en plataformas. Estos cambios, si bien abren oportunidades, también plantean serios riesgos para la estabilidad y los derechos laborales. El auge de empleos flexibles o “gig economy”, por ejemplo, ha generado nuevas formas de precarización donde los trabajadores carecen de contratos, seguridad social o representación sindical. Frente a este escenario, se vuelve urgente repensar el Derecho del Trabajo desde una perspectiva que combine innovación con justicia social, y que no permita que el progreso tecnológico avance a costa de los derechos humanos fundamentales. La adaptación normativa y la acción colectiva deben ir de la mano para garantizar que ningún trabajador quede atrás en esta nueva era.
No se puede hablar de trabajo digno sin atender a las profundas desigualdades que atraviesan el mercado laboral. En América Latina, las brechas de clase, género y etnicidad siguen marcando quién accede a qué tipo de empleo y en qué condiciones. Las mujeres, especialmente las indígenas y afrodescendientes, se concentran en sectores informales, mal remunerados y sin protección social. Asimismo, las trabajadoras del hogar, los jornaleros agrícolas y los migrantes suelen estar excluidos de los marcos de protección laboral más básicos. Reconocer estas desigualdades estructurales no es solo una cuestión de justicia, sino una condición necesaria para construir un modelo laboral verdaderamente inclusivo y equitativo. El trabajo digno debe ser un derecho universal, no un privilegio de unos pocos.
La Historia de los Derechos Laborales
La historia de los derechos laborales se remonta a una época de condiciones de trabajo extremadamente duras. Durante la Revolución Industrial en el siglo XIX, el trabajo se transformó radicalmente. Las fábricas y las minas se convirtieron en los principales espacios laborales, y los trabajadores, en su mayoría campesinos que se desplazaban a las ciudades en busca de empleo, se vieron sometidos a jornadas interminables, salarios paupérrimos y condiciones insalubres (Boza, 2014). La industria floreció, pero a costa de la explotación de la clase trabajadora, que carecía de derechos, seguridad social y una mínima protección frente a abusos.
Este panorama sombrío llevó al surgimiento de los primeros movimientos sindicales, donde los trabajadores se organizaron para defender sus derechos. Sin embargo, la respuesta de los empleadores y los gobiernos no fue ni de cerca protectora. Los primeros intentos de formar sindicatos fueron severamente reprimidos, y muchos trabajadores fueron encarcelados o enfrentaron represalias violentas (Hermida y Hernández, 2002). No fue hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX que algunos países comenzaron a reconocer la necesidad de regular las condiciones laborales, lo que dio paso a la creación de las primeras leyes laborales.
Uno de los hitos en esta lucha fue la promulgación de leyes que establecían jornadas laborales más humanas. En 1919, tras la Primera Guerra Mundial, se fundó la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo propósito era promover condiciones de trabajo justas y mejorar los estándares laborales globalmente. Desde entonces, la OIT ha jugado un papel esencial en la protección de los derechos laborales, formulando directrices y estándares internacionales que los gobiernos deben implementar.
El Trabajo y la Subordinación: Elemento Esencial de la Relación Laboral
En su núcleo, el trabajo implica una relación de subordinación entre quien presta servicios y quien los recibe. Este principio, esencial en el Derecho Laboral, estructura las dinámicas de poder en el ámbito del empleo. Al asumir un puesto de trabajo, el trabajador se somete a las directrices del empleador, quien posee la facultad de organizar, supervisar y controlar las tareas encomendadas (Hermida y Hernández, 2002). Esta relación, sin embargo, no debe entenderse únicamente como una forma de control, sino como un vínculo contractual que impone derechos, deberes y límites recíprocos.
La subordinación no es solo un concepto legal, sino también un reflejo de la estructura jerárquica de muchas empresas. El empleador tiene la potestad de establecer los métodos y horarios de trabajo, lo que puede generar desigualdades y situaciones de abuso si no hay una regulación adecuada. Por ello, uno de los mayores avances en la historia del Derecho Laboral ha sido la creación de leyes que no solo aseguran una compensación justa, sino también condiciones de trabajo seguras y dignas (Suárez, 2022) Estas leyes buscan equilibrar las desigualdades inherentes a la relación de subordinación y proteger los derechos fundamentales del trabajador.
La Larga Lucha por los Derechos Laborales.
Pese a los avances logrados en las últimas décadas, millones de trabajadores aún enfrentan condiciones laborales precarias. En muchos países en desarrollo, los derechos laborales son todavía una promesa lejana. La informalidad sigue siendo uno de los principales desafíos: vastos sectores económicos operan al margen de la legislación laboral, lo que expone a los trabajadores a la explotación sin protección ni acceso a derechos básicos.
El acceso a prestaciones básicas como la seguridad social, pensiones o un salario digno sigue siendo limitado para muchos trabajadores, sobre todo aquellos empleados en el sector informal o aquellos que carecen de un contrato laboral estable. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto aún más la fragilidad de muchos de estos derechos. El trabajo remoto, que se impuso como una medida de emergencia, también reveló las disparidades entre los trabajadores con condiciones laborales estables y aquellos que no contaban con acceso a tecnología o a un entorno adecuado de trabajo desde casa.
Aún hoy, muchos trabajadores luchan por derechos que en otros contextos se consideran fundamentales: la sindicalización, la negociación colectiva, la igualdad de género, la no discriminación, entre otros. La lucha por los derechos laborales, lejos de estar resuelta, exige una vigilancia constante y un compromiso renovado de parte del Estado, los empleadores y la sociedad civil.
El Papel de los Sindicatos en la Lucha por los Derechos
Desde sus orígenes en la Revolución Industrial, los sindicatos han sido piezas clave en la defensa de los derechos laborales. Han permitido que los trabajadores negocien colectivamente, luchen por condiciones más justas y presionen para la promulgación de leyes protectoras. Gracias a las huelgas, movilizaciones y protestas impulsadas por los sindicatos, se han conseguido avances fundamentales como la limitación de la jornada laboral, el derecho a la salud y seguridad ocupacional, y políticas de igualdad de oportunidades (Ermida, 2012).
En muchos casos, los sindicatos no solo luchan por los derechos de los trabajadores en términos de condiciones laborales, sino también por el desarrollo de nuevas legislaciones que busquen garantizar los derechos en un mundo laboral en constante cambio (Ermida, 2012). Es decir, no solo garantizan y protegen derechos, sino también los crean. La lucha por el salario mínimo, por la regulación del trabajo a tiempo parcial o por los derechos de los trabajadores temporales son algunos ejemplos de cómo los sindicatos siguen influyendo en la legislación laboral, no solo defendiendo derechos ya establecidos, sino también abogando por la creación de nuevos derechos adaptados a las necesidades de los tiempos modernos.
Un ejemplo claro de la fuerza que pueden tener los sindicatos es la Huelga de los Trabajadores Automovilísticos de Ford en 1937, en la planta de River Rouge, Michigan. Durante la Gran Depresión, los trabajadores de la planta de Ford vivían en condiciones extremadamente precarias. La jornada laboral era larga, las condiciones de seguridad eran casi inexistentes y los salarios no correspondían con el nivel de producción y la riqueza generada por la compañía.
Henry Ford, el dueño de la planta, se oponía ferozmente a los sindicatos y utilizaba todas las tácticas posibles para evitar que los trabajadores se organizaran. En respuesta, el United Automobile Workers (UAW), un sindicato emergente en la industria automotriz, comenzó a organizar a los trabajadores de Ford. Los esfuerzos del sindicato fueron respondidos con violencia, intimidación y la contratación de agentes de seguridad para detener cualquier intento de organización.
A pesar de la violencia y la represión, los trabajadores no se rindieron. En 1937, llevaron a cabo una huelga masiva en la planta de River Rouge, que se convirtió en un símbolo del poder de la lucha sindical. Los huelguistas enfrentaron ataques de la policía y matones contratados por la empresa, pero se mantuvieron firmes. Después de semanas de tensión, Ford se vio obligado a reconocer al sindicato y a negociar mejores condiciones laborales. El resultado de esta huelga fue un triunfo para los trabajadores: se lograron aumentos salariales, mejores condiciones de trabajo y, sobre todo, el reconocimiento de los derechos sindicales.
El “Caso de la Huelga de Ford” ilustra perfectamente la pregunta planteada en el título: “Porque sin nosotros, ¿Quién haría que todo funcionara?”. Sin la determinación de los trabajadores de Ford y el apoyo de su sindicato, las condiciones laborales en esa planta habrían permanecido igual de precarias. Este caso demuestra que, sin los sindicatos, los trabajadores seguirían siendo considerados meros engranajes en una máquina, sin voz ni derechos. Este ejemplo es solo uno de muchos en la historia de la lucha sindical, pero resalta la importancia de la organización colectiva y de cómo, gracias a ella, los trabajadores pueden equilibrar el poder de los empleadores y lograr avances significativos. Sin los sindicatos, no solo perderíamos derechos fundamentales, sino que también estaríamos aceptando que la explotación laboral es una condición aceptable. Por ello, el Día del Trabajador es una fecha que conmemora tanto los logros alcanzados como la importancia de seguir luchando por un trabajo digno para todos.
En síntesis, el Día del Trabajador es más que una simple fecha para recordar los logros obtenidos. Es un recordatorio de que la lucha por los derechos laborales sigue siendo relevante. A lo largo de los años, hemos alcanzado importantes avances, pero el camino no ha terminado. Existen grandes desafíos, como la precarización laboral, la informalidad y la falta de acceso a derechos básicos, que siguen afectando a millones de personas. Es fundamental reconocer que, aunque el contexto ha cambiado y muchas leyes laborales han mejorado, aún hay una lucha constante por garantizar que todos los trabajadores, independientemente de su ubicación o su ocupación, tengan acceso a condiciones de trabajo dignas. Es gracias a los sindicatos y a la lucha colectiva que hemos alcanzado estos logros, y es con su continuo esfuerzo que seguiremos mejorando las condiciones laborales para todos.
Bibliografía:
BOZA, Guillermo (2014). “Surgimiento, evolución y consolidación del Derecho del Trabajo”. Themis (65).
ERMIDA, Oscar y Oscar HERNÁNDEZ, (2002). “Crítica de la subordinación”. En: Ius et veritas (25), pp. 285 – 288 y 295.
ERMIDA, Oscar (2012). “Crítica de la libertad sindical”. En: Derecho PUCP, N° 68, Lima.
SUÁREZ, María Florencia (2022). “Los principios del Derecho del Trabajo: fundamento y actualidad del principio protector”. Cuadernos de relaciones l

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